miércoles, 26 de septiembre de 2012

Modelo deliberativo democrático de Arendt



Para Arendt, la participación ciudadana es un factor muy importante en el Modelo deliberativo democrático, ya que en este modelo se supone una concepción participativa y dialógica de la política y los personajes principales en estas actividades son los ciudadanos. Arendt dice que la participación no solo consiste en ir y votar el día de las elecciones, si no también es importante la participación activa de los ciudadanos en espacios públicos, como movimientos sociales, y esto va a permitir renovar los procedimientos y marcos desde los cuales se enfocan cuestiones públicas. Ahora bien, las consecuencias que podrían surgir si no se promueve la participación entre ciudadanos, es que, se imponga una única perspectiva y como consecuencia de esto, el ciudadano no podrá ejercer su libertar política y sin poder alcanzar el acuerdo de individuos diversos.  Ante esta participación de los ciudadanos  el Estado tiene el deber de darle voz a esos espacios y estar abierto a las formas de participación deliberativa.
Arendt establece que el uso publico de la razón, es el modo de pensar específicamente político que puede sustentar la red intangible de las relaciones humanas pero la razón publica no supone un razonamiento establecido. También señala, que el uso de la razón no supone poner entre paréntesis las propias identidades, o justificar convicciones y creencias a través de argumentos no religiosos o no identitarios, que todos pudieran aceptar. Esto se trata de reconocer la potencial auto reflexividad del dialogo público, es decir, reconocer que la pluralidad de participantes que aparecen como diferentes los unos de los otros es fundamental para suscitar la reflexión sobre la identidad de cada uno y sobre sus interrelaciones.
Pensar es la posibilidad de conformar y confrontar el propio punto de vista a través de las perspectivas de los demás. Establece Arendt que para confrontar nuestro punto de vista con otras perspectivas, es importante la pluralidad en el pensar, esto es fundamental para suscitar la reflexión sobre la identidad de cada uno y sobre sus interrelaciones.
No debemos hacer juicios políticos desde la postura de la verdad, según Arendt, porque no hay criterios definitivos para zanjarlos, de modo que el desacuerdo permanece como una posibilidad siempre abierta y no eli-minable, aun cuando las posiciones enfrentadas enfoquen el asunto de manera imparcial. En esa medida, a su modo de ver, los juicios políticos no pueden exigir como lo harían los hechos demostrables o la verdad probada, sino que se caracterizan por solicitar el asentimiento del otro, con la esperanza de llegar a un acuerdo.

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